sábado, 2 de julio de 2011

Matías

Tu nombre repiquetea aún por cada recoveco de mi cabeza y mil descargas eléctricas recorren todo mi cuerpo, dejándome una agradable sensación de hormigueo.
Te recuerdo a la perfección, tanto que podría construir una fotografía con las imágenes que se cuelan en mi cerebro y con las ganas que tengo de volver a verte.
Tu espalda fibrosa, aprisionada bajo esa camiseta negra, apoyada sobre el muro de aquel sitio que, más tarde, frecuentaría esperando encontrarte.
Tu aire despreocupado anclado en tu sonrisa fresca y natural, horas de sol grabadas en los diminutos bucles de tu cabello y años de vueltas al mundo atrapados por el brillo de tus ojos azules,¿o tal vez eran verdes?
Tus manos cuidadosas sujetando aquel botellín verde ya sin cerveza, tu mirada infinita contemplando la puesta de sol y tus caras graciosas que a acompañaban a mi silencio.
Mis intentos de reprimirme para no correr a atraparte entre mis brazos, mis ojos clavados en tu figura como si fueran dos imanes que se atraen sin remedio, aquellas conversaciones tontas, las ganas de escaparme contigo y el presagio de que aquella tarde me costaría meses olvidarla.

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