viernes, 16 de septiembre de 2011

Todas las despedidas duelen

Un fantasma que se evapora, haciéndome cosquillas en la cara y rozándome al pasar.
Un verano efímero que me deja con un sabor dulzón de boca y la tristeza pintada en mi mirada. El mar que me llama a gritos, buscando a su sirena enloquecidamente.
El sol que me hace un gesto de despedida y me promete que volverá.
Esos días tan largos, cómplices de mis planes kamikazes, que desaparecen de repente sin decir nada.
La luna que me contempla tranquila en la noche oscura, rodeada de estrellas brillantes.
Tus labios que dejan de rozar mi piel y se quedan sellados para siempre.
Tus ojos que ya no juegan con los míos y van a parar al suelo o a tus zapatos.
Tus manos que ya no se enredan en mi cintura ni en mi pelo y se limitan a encerrarse en los bolsillos de tus vaqueros desgastados.
Tu sonrisa que ya no lleva mi nombre y que no se deja ver nunca.
Mis lágrimas saladas que han vuelto a pasearse tranquilas por mi cara.
Pero sobre todo, lo que más duele, es ese amor loco de verano que se va para no volver jamás.

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